Sobre todas las cosas

     Amaré al Corazón de Jesús sobre todas las cosas y en Él cifraré mi amor y entusiasmo.

    Porque el mismo Eterno Padre me dice por el Evangelio: «Oídle, que en Él tengo todas mis complacencias». Pues si Jesucristo basta a satisfacer las complacencias del Padre ¿no he de cifrar yo en este amabilísimo Corazón toda mi satisfacción y dicha?

    Porque ha vivido y muerto por mí ha trabajado y predicado por mí, ha padecido tormentos y pasión por mí, se quedó en la Eucaristía para mí.

    Porque me urge su amor amarle yo a mi vez. Ha puesto cerco a mi amor con todos los beneficios de naturaleza y gracia, y en un último esfuerzo de su amor me ha descubierto la devoción a su Corazón como «medio seguro de salvación» «canal para recibir todo género de auxilio», «fuente inagotable de toda suerte de bienes».

    Porque lo quiere la Virgen Santísima. Ella amó como nadie al Divino Corazón y gusta que sus hijos de la tierra también le amen.

    Porque le debo mucho, le debo todo lo que tengo recibido. Y porque me ha perdonado tanto, y cuida tanto de mí y de mis cosas.

    No quiero ser desagradecido ni olvidadizo de sus dones, no quiero ser para con Él de corazón tacaño y mezquino, le amaré sobre todas las cosas.

    Yo necesito amarle porque soy pobre pecador y busco «misericordia», soy tibio y quiero hacerme «fervoroso», moriré un día y entonces buscaré un «refugio seguro» a la hora de mi muerte.

    Necesito que me «consuele en mis aflicciones», que bendiga mis empresas», deseo «tener escrito mi nombre en su Corazón y que jamás sea borrado de Él».

    Sí, amaré al Corazón de Jesús sobre todas las cosas porque cumpliré su voluntad en todo: mandamientos, deberes y querer divino. Buscaré su reino orando, sufriendo, ofreciendo. Seré defensor y obrero de su causa, valiente y decidido apóstol de su culto.

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No olvides confesarte y comulgar. No te muestres indiferente ante la «Gran Promesa». ¿Piensas que el Corazón de Jesús no la hizo también para ti y... quizás muy particularmente?