Domingo de Ramos en la Pasión del Señor - PROPIO

DOMINGO DE RAMOS

(I clase)

Bendición y procesión (pluvial roja, y en su defecto, estola)

  • Santa Misa (morado). Lectura de la Pasión (sin Dnus. vob., sin señal de la cruz, sin beso ni per evangelica). 
  • Prefacio de la cruz. (Si hubo bendición de los ramos, se omiten las oraciones preparatorias ante el altar hasta el "Oramus te").
  • Si no hubo bendición el Último Evangelio es sustituido por el Evangelio propio de la Bendición.



El sacerdote se reviste con ornamentos rojos. Colocados los ramos en su respectivo lugar, y estando ya todo preparado, los Ministros del altar hacen la debida reverencia. Entretanto se canta o reza la siguiente antífona:

Hosanna al Hijo de David: bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel. ¡Hosanna en el cielo!

El celebrante, con las manos juntas, dice: El Señor esté con vosotros
Y todos contestan: Y con tu espíritu.

Oración.- Bendice, Señor, estas palmas (estos ramos de olivo, de laurel, de otros árboles), que en señal de alabanza lleva hoy tu pueblo; y concédenos que a este homenaje externo correspondamos con un espíritu fiel, para así triunfar del enemigo, y unirnos plenamente a la obra de tu amor. Por Jesucristo nuestro Señor.


DISTRIBUCION DE LOS RAMOS

El Celebrante, de cara al pueblo, distribuye los ramos, primero a los clérigos y a los demás ministros; después a los fieles: Entretanto se cantan o rezan estas antífonas y salmos:


Antífona 1ª.- Los niños hebreos, llevando ramos de olivo salieron al encuentro del Señor, aclamando: “Hosanna en el cielo!

Entretanto se cantan o rezan estas antífonas y salmos:

Salmo. Ps. 23, 1-2 y 7-10. — Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe, y todos sus habitantes: Él la fundó sobre los mares, Él la afianzó sobre los ríos.
Se repite: Los niños hebreos...

¡Portones! alzad los dinteles, que se alcen las puertas eternas, va a entrar el Rey de la Gloria. ¿Quién es ese Rey de la Gloria? El Señor, héroe valeroso, el Señor, hé­roe de la guerra.

Se repite: Los niños hebreos...

¡Portones! alzad los dinteles, que se alcen las puertas eternas, va a entrar el Rey de la Gloria. ¿Quién es ese Rey de la Gloria? Es el Señor, Dios de los Ejércitos: Él es el Rey de la Gloria.

Se repite: Los niños hebreos...

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Se repite: Los niños hebreos...

Antífona 2ª.- Los niños hebreos extendían mantos por el camino y aclamaban: "Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor."

Salmo 46 — Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo: porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra.

Se repite: Los niños hebreos...

Él nos somete los pueblos y nos sojuzga las naciones; Él nos escogió por heredad suya: gloria de Jacob, su amado.

Se repite: Los niños hebreos...

Dios asciende entre aclamaciones, el Señor, al son de trompetas: tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad.

Se repite: Los niños hebreos...

Porque Dios es el Rey del mundo: tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado.

Se repite: Los niños hebreos...

Los príncipes de los gentiles se reúnen con el pueblo del Dios de Abraham; porque de Dios son los grandes de la tierra, y Él es excelso.

Se repite: Los niños hebreos...

Gloria al Padre... Como era...

Se repite: Los niños hebreos...

EVANGELIO

Distribuidos los ramos se canta o reza el Evan­gelio, según sea la Misa solemne o rezada:


Evangelio Mat. 21, 1-9. — En aquel tiempo Jesús se acercó a Jerusalén y al lle­gar a Betfagé, junto al Monte de los Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea de enfrente y en seguida en­contraréis una burra atada, con su pollino: desatadlos y traédmelos. Y si alguien os dice algo, contestadle: "El Señor los necesita; los devolverá en seguida." Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el Profeta: "Decid a la hija de Sión: Mira a tu Rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila." Fue­ron los discípulos e hicieron lo que les ha­bía mandado Jesús: trajeron la burra y el pollino, echaron sobre ellos sus mantos y Jesús se montó encima. La multitud exten­dió sus mantos por el camino; otros corta­ban ramas de árboles y alfombraban el camino. Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba: Hosanna al Hijo de David, bendito el que viene en nombre del Señor.

Terminado el Evangelio, el Subdiácono en las Misas solemnes lleva el libro al Celebrante para que lo bese, pero éste no recibe la incensación del Diácono.


PROCESIÓN DE LAS PALMAS


Puesto incienso en el incensario, el Diácono de la Misa solemne dice de cara al pueblo:
V. Marchemos en paz.
R. En el nombre de Cristo. Amén.
Al empezar la Procesión puede cantarse alguna de las siguientes antífonas:


Antífona 1ª.- Con palmas y flores, la gente sale al encuentro del Redentor, y rinden homenaje al Vencedor que viene en triunfo. Los pueblos lo proclaman Hijo de Dios, y hasta las nubes resuenan las voces que alaban a Cristo: "Hosanna."
Antífona 2ª.- Con los ángeles y los niños mostremos nuestra fe, aclamando al Vencedor de la muerte: "Hosanna en el cielo."
Antífona 3ª.- La multitud que había acudido a celebrar la fiesta aclamaba al Señor: "Bendito el que viene en nombre del Se­ñor: Hosanna en el cielo."
Antífona 4ª.- Lc. 19, 37 y 38. — El gentío que bajaba, empezó a alabar a Dios con vo­ces de alegría, por todos los milagros que habían visto, aclamando: "Bendito el Rey que viene en nombre del Señor; paz en la tierra y gloria en el cielo."

Durante la Procesión se canta el siguiente himno. Convendría que el pueblo, a cada estrofa, fuese repitiendo el primer verso.

HIMNO A CRISTO REY


Gloria, alabanza y honor os sea dado, Rey Cristo Redentor. A quien los niños can­taban piadosamente.

1. Vos sois Rey de Israel, de la noble familia de David. Bendito Rey que venís en nombre del Señor.

2. En el Cielo alaban los Ángeles y Santos. Y el hombre mortal y todo lo criado.

3. El pueblo hebreo salió a recibiros con palmas. Y nosotros nos presentamos a Vos con oraciones, votos e himnos.

4. Ellos os alababan cuando ibais a pa­decer. Nosotros os cantamos con armonio­sos cánticos, oh Rey inmortal.

5. Aquellos os agradaron. Agrádeos también nuestra devoción, oh Rey bueno, Rey benigno, que os complacéis en todo lo bueno.

Antífona 5." — Todos alaban tu nombre diciendo: "Bendito el que viene en nombre del Señor: Hosanna en el cielo."

Salmo 147— Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión: que ha re­forzado los cerrojos de tus puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti; ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina; Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz; manda la nieve como lana, esparce la escarcha como ceniza; hace caer el hielo como migajas, con el frío congela las aguas; envía una orden y se derriten, sopla su aliento y corren. Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos. Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 6ª.- Agitando palmas adoramos al Señor que llega; salgamos a su encuentro cantando himnos, proclamemos su gloria diciendo: "Bendito sea el Señor."

Antífona 7.a — ¡Salve! Rey nuestro, Hijo de David, Redentor del mundo, los profetas anunciaron tu venida como Salvador de Israel. El Padre te envió como víctima para salvar al mundo; te esperaban todos los santos desde la creación del mundo: noso­tros te aclamamos: "Hosanna al Hijo dé David, bendito el que viene en nombre del Señor, Hosanna en el cielo."

No hay inconveniente alguno en que el pueblo cante, por ejemplo, el Christus Vincit u otro cántico en honor de Jesucristo Rey, incluso en lengua vulgar.


Al entrar la Procesión en la Iglesia, se canta la última antífona.

Antífona 8.— Al entrar el Señor en la santa ciudad, los niños hebreos, anunciando la Resurrección de la Vida, con ramos de palma aclamaban: "Hosanna en el cielo." Al enterarse el pueblo que Jesús llegaba a Jerusalén, salieron a su encuentro con ramos de palma, aclamando: "Hosanna en el cielo."


El Celebrante, de cara al pueblo, da por terminada la Procesión a Cristo Rey diciendo:

V/. El Señor esté con vosotros.
R/. Y con tu espíritu.

Oración después de la procesión. — Señor Jesucristo, Rey y Redentor nuestro, en tu honor hemos llevado los ramos, cantando alabanzas; concede que la gracia de tu ben­dición descienda donde se lleven estos ra­mos y, vencidos la maldad y el engaño del demonio, tu brazo proteja a los que has re­dimido. Que vives y reinas.

El Celebrante y Ministros se ponen los ornamentos morados para la Misa.

Durante la lectura o canto de la Pasión en la Misa no se han de tener en las manos los ramos bendecidos.


TEXTO DE LA MISA

Introito. Ps. 21, 20 y 22. — Señor, no te quedes lejos, ven corriendo a ayudarme, sálvame de las fauces del león, salva a este pobre de los cuernos del búfalo.  Salmo. Ibíd. 2. — Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza. Señor, no te quedes lejos.

Introitus: Ps. 21. 20 et 22; Ps. ibid. 2.- Dómine, ne longe fácias auxílium tuum a me: ad defensiónem meam áspice: líbera me de ore leónis, et a córnibus unicornuórum humilitátem meam. Ps. Deus, Deus meus, réspice in me: quare me dereliquísti? longe a salúte mea verba delictórum meórum. Dómine, ne longe fácias auxílium tuum a me: ad defensiónem meam áspice: líbera me de ore leónis, et a córnibus unicornuórum humilitátem meam.


Oración. — Dios todopoderoso y eterno. Por voluntad tuya, nuestro Salvador se hizo hombre y murió en la cruz, para que imitáramos su ejemplo de humildad. Te pe­dimos la gracia de guardar las enseñanzas de su pasión y asíí tener parte un día en su resurrección gloriosa.

Oratio.- Omnípotens sempitérne Deus, qui humáno géneri, ad imitándum humilitátis exémplum, Salvatórem nostrum carnem súmere et crucem subíre fecísti: concéde propítius; ut et patiéntiæ ipsíus habére documénta et resurrectiónis consórtia mereámur. Per eúndem Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus: per ómnia sæcula sæculórum. Amen.


Epístola. Fil 2, 5-11. — Hermanos: Tened entre vosotros los sentimientos propios de una vida en Cristo Jesús. Él, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango, y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó has­ta someterse a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió, el "Nombre-sobre-todo-nom­bre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble —en el Cielo, en la Tierra, en el Abismo—, y toda lengua proclame: "¡ Jesucristo es Señor!", para gloria de Dios Padre.

Epistola: Phillip. 2. 5-11.- Léctio Epístolæ beáti Pauli Apóstoli ad Philippénses. Fratres : Hoc enim sentíte in vobis, quod et in Christo Jesu: qui, cum in forma Dei esset non rapínam arbitrátus est esse se æquálem Deo: sed semetípsum exinanívit, formam servi accípiens, in similitúdinem hóminum factus, et hábitu invéntus ut homo. Humiliávit semetípsum, factus obédiens usque ad mortem, mortem autem crucis. Propter quod et Deus exaltávit illum, et donávit illi nomen, quod est super omne nomen: [hic genuflectitur] ut in nómine Jesu omne genu flectátur cæléstium, terréstrium, et infernórum: et omnis lingua confiteátur, quia Dóminus Jesus Christus in glória est Dei Patris.


Gradual. Sal. 72, 24 y 1-3. — Me has cogido de la mano, y me has guiado con tu consejo, y me has llevado a tu gloria. Qué bue­no es el Dios de Israel para los limpios de corazón. Por poco tropiezan mis pies, casi resbalan mis pisadas, porque me daban envidia los impíos, viendo la prosperidad de los pecadores.

Graduale: Ps. 72. 24 et 1-3.- Tenuísti manum déxteram meam : et in voluntáte tua deduxísti me : et cum glória assumpsísti me. Quam bonus Israël Deus rectis corde! mei autem pæne moti sunt pedes, pæne effúsi sunt gressus mei : quia zelávi in peccatóribus, pacem peccatórum videns.


Tracto. Sal. 21, 2-9, 18 19, 22, 24 y 32. — Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has aban­donado? A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza. Dios mío, de día te grito, y no respondes, de noche, y no me haces caso. Aunque habitas en el santuario, esperanza de Israel. En ti confiaban nuestros padres, confiaban y los ponías a salvo; a ti gritaban, y quedaban libres, en ti confiaban y no los defraudaste. Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo: al verme se burlan de mí, hacen visajes menean la cabeza. "Acudió al Señor, que lo ponga a salvo, que lo libre, si tanto lo quiere." Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica. Sálvame de las fauces del león, a este pobre, de los cuernos del búfalo. Fieles del Se­ñor, alabadlo, linaje de Jacob, glorificadlo. Hablarán del Señor a la generación futura, contarán su justicia al pueblo que ha de na­cer: todo lo que hizo el Señor.

Tractus: Ps. 21. 2-9, 18, 19, 22, 24 et 32.- Deus, Deus meus, réspice in me: quare me dereliquísti? Longe a salúte mea verba delictórum meórum. Deus meus, clamábo per diem, nec exáudies: in nocte, et non ad insipiéntiam mihi. Tu autem in sancto hábitas laus Israel. In te speravérunt patres nostri: speravérunt et liberásti eos. Ad te clamavérunt, et salvi facti sunt: in te speravérunt et non sunt confúsi. Ego autem sum vermis, et non homo: oppróbrium hóminum, et abjéctio plebis. Omnes, qui vidébant me, aspernabántur me: locúti sunt lábiis et movérunt caput. Sperávit in Dómino, erípiat eum: salvum fáciat eum, quóniam vult eum. Ipsi vero consideravérunt, et conspexérunt me: divisérunt sibi vestiménta mea, et super vestem meam misérunt sortem. Líbera me de ore leónis: et a córnibus unicórnium humilitátem meam. Qui timétis Dóminum, laudáte eum: univérsum semen Jacob, magnificáte eum. Annuntiábitur Dómino generátio ventúra: et anuntiábunt cæli justítiam ejus. Pópulo, qui nascétur, quem fecit Dóminus.



EVANGELIO DE LA PASIÓN Y MUERTE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN MATEO (Caps. 26, 36-75; 27, 1-60)

Jesús ora en el huerto. Su agonía

En aquel tiempo Jesús va con sus discí­pulos a un huerto, llamado Getsemaní y les dice: Sentaos aquí, mientras voy allá a orar. C. Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a entristecerse y a angustiarse. Entonces dice: Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo. C. Y adelantándose un poco, cayó cara a tierra y oraba diciendo: Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero no como quiero yo, sino como quieres tú. C. Y se acerca a los discípulos y los encuentra dormidos. Dice a Pedro: ¿Con­que no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación; pues el espíritu es decidido, pero la carne es débil. C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo: Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad. C. Y viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las mismas palabras. Luego se acerca a sus discípulos y les dice: Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el Hijo del Hombre va a ser entregado en ma­nos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos!

Jesús es besado por Judas y hecho prisionero

Ya está cerca el que me entrega. C. Todavía estaba hablando, cuando en esto apareció Judas, uno de los doce, y con él un tropel de gente, con espadas y palos, mandada por los Sumos Sacerdotes y los notables del pueblo. El traidor les había dado esta señal : S. El que yo bese, es Él: detenedlo. C. Después se acercó a Jesús y le dijo: S. ¡Salve Maestro! C. Y lo besó. Pero Jesús le contes­tó: Amigo, ¿a qué vienes? C. Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, deteniéndolo. Y uno de los que estaban con Jesús agarró la espada, la desenvainó e hirió al criado del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo:. Vuelve la espada a su sitio, porque quien usa espada, a espada morirá. ¿O crees que no puedo acudir a mi Padre y me mandaría en seguida más de doce legiones de ángeles? Si no, ¿cómo se va a cumplir la Escritura según la cual esto tiene que pasar? C. En aquella hora dijo Jesús a la gente:¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario me sentaba y enseña­ba en el templo y no me detuvisteis. C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.

Jesús es presentado a Caifás

Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el Sumo Sacerdote, donde se habían reunido los letrados y los notables. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del Sumó Sacerdote y entrando dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello. Los Sumos Sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban, a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente comparecieron dos que declararon: S. Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días." C. El Sumo Sacerdote se puso en pie y le dijo: S. ¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti? C. Pero Jesús callaba. Y el Sumo Sacerdote le dijo: S. Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. C. Jesús le responde: Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene so­bre las nubes del cielo. C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras diciendo: S. Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia.

Jesús, negado por Pedro

¿Qué os parece? C. Y ellos contestaron: S. Es reo de muerte. C. Entonces le escupie­ron a la cara y lo abofetearon; otros lo golpearon diciendo: S. Haz de profeta, Mesías, dinos quién te ha pegado. C. Pedro estaba sentado fuera en el patio y se le acercó una criada y le dijo: S. También tú andabas con Jesús el Galileo. C. Él lo negó delante de todos diciendo: S. No sé qué quieres decir. C. Y al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí: S. Éste andaba con Jesús el Nazareno. C. Otra vez negó él con jura­mento: S. No conozco a ese hombre. C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron: S. Seguro, tú también eres de ellos, hasta el acento te delata. C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo: S. No conozco a ese hom­bre? C. en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras de Jesús:

Jesús presentado a Pilato. Fin del traidor

"Antes de que cante el gallo me negarás tres veces." Y saliendo afuera, lloró amargamente. Al hacerse de día, todos los Sumos Sacerdotes y los notables del pueblo se reunieron para planear la condena a muerte de Jesús. Y atándolo, lo llevaron y lo entre­garon a Pilato, el gobernador. Entonces, el traidor sintió remordimientos y devolvió las treinta monedas de plata a los Sumos Sacerdotes y ancianos, diciendo: S. He pecado entregando sangre inocente. C. Pero ellos dijeron: S. ¿A nosotros qué? ¡Allá tú! C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue, y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron: S. No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son precio de sangre. C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero, para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama "Campo de Sangre" hasta el día de hoy. Así se cumplió lo escrito por Jeremías el profeta: "Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había or­denado el Señor." Jesús fue llevado ante el gobernador; y el gobernador le preguntó:

Jesús ante Pilato

S. ¿Eres tú el rey de los judíos? C. Jesús respondió: Tú lo dices. C. Y mientras lo acusaban los Sumos Sacerdotes y los nota­bles, no contestaba nada. Entonces le dice ¿No oyes cuántos cargos presen­tan contra ti? C. Él no contestó a una sola pregunta, de modo que el gobernador estaba muy extrañado. Por la Fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso,

Jesús, pospuesto a Barrabás

llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato: S. ¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías? C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y mientras estaba sentado el tribunal, su mujer le mandó a decir: S. No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con Él. C. Pero los sumos sacerdotes y los notables convencieron a la gente que reclamaran a Barrabás y exigieran la muerte de Jesús. El gobernador preguntó: S. ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? C. Ellos dijeron: S. A Barrabás. C. Pilato les dice: S. ¿Y qué hago con Jesús llamado el Mesías? C. Contestaron todos: S. Que lo crucifiquen. C. Él dijo: S. Pues ¿qué mal ha hecho? C. Pero ellos gritaban más fuerte: S. ¡Que lo crucifiquen ¡ C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia del pueblo, diciendo: S. Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros! C. Y el pueblo entero contestó: S. ¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos! C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al Pretorio y reunieron alrededor de Él a toda la compañía:

Jesús azotado y coronado de espinas

lo desnudaron y le pusieron un manto color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante El la rodilla, se burlaban de El diciendo: S. ¡Salve, Rey de los Judíos! C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón;

Jesús sube al Calvario. Es crucificado

y lo forzaron a que llevara la cruz. Llegados al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de “La Calavera”), le dieron a beber vino mezclado con hiel; El lo probó y no lo quiso beber. Después de crucificarlo, se repartieron sus ropas echándolas a suerte y luego se sentaron a custodiarlo. Sobre su cabeza colocaron un letrero con la acusación: ESTE ES JESUS, EL REY DE LOS JUDIOS. Y crucificaron con El a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban, lo injuriaban menean­do la cabeza y diciendo: S. Tú que destruías

Jesús, clavado en la cruz, es insultado

el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz. C. Lo mismo los Sumos Sacerdotes con los letrados y los notables se burlaban diciendo: S. A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Es Rey de Israel: que baje ahora de la cruz y le cree­remos. Ha confiado en Dios: que Dios lo libre ahora si tanto lo quiere, ya que ha di­cho que es Hijo de Dios. C. Incluso los ban­didos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía vinieron las tinieblas sobre toda aquella tierra hasta la media tarde. Y hacia la media tarde, Jesús exclamó con voz potente: Elí, Elí, lamá sabaktaní. C. (Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?). C. Algunos de los que estaban por allí, al oírlo, dijeron: S. A Elías llama Éste. C. En seguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola a una caña, le daba de beber. Los demás decían: S. Déjalo, a ver si viene Elías a sal­varlo. C. Y Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu.

(Todos de rodillas. Breve pausa.)

Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; y la tierra tembló; y las rocas se hendieron; y las tumbas se abrieron; y muchos cuerpos de los santos ya muertos, resucitaron y, saliendo de las tumbas después que Él resucitó, entraron en la Ciudad Santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba se aterrorizaron y dijeron: S. Realmente Éste era Hijo de Dios. C. Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderle; entre ellas, María Magdalena y María la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos.

Jesús es bajado de la Cruz y sepultado

Al anochecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que era también discípulo de Jesús, Éste acudió a Pilato a pedirle el cuerpo de Jesús. Y Pilato mandó que se lo entregaran. José, tomando el cuerpo de Jesús, lo envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se marchó.

Los Sacerdotes que hayan de celebrar hoy dos o tres Misas no están obligados, en la 2.a y 3.a Misa, a repetir la historia de la Pasión; y en su lugar leerán el siguiente Evangelio en la forma acostumbrada:

Evangelio. Mat. 27, 45-52. — En aquel tiempo, después que Jesús fue crucificado, desde la hora de sexta hasta la nona, toda la tierra se cubrió de tinieblas, y cerca de la hora nona, dio Jesús un grande grito diciendo: Elí, Elí, lamá sabaktaní.? C. Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me habéis abandonado? Algunos, pues, de los que esta­ban presentes, oyendo esto, decían: S. A Elías llama éste. C. Y corriendo al punto uno de ellos, tomó una esponja y la empapó en vinagre; y, poniéndola en una caña, la alargaba para que bebiese. Mas los otros decían: S. Deja: veamos si viene Elías a librarle. C. Mas Jesús, dando de nuevo un grande grito, entregó su espíritu.

(Todos de rodillas. Breve pausa.)

Y al mismo tiempo, el velo del templo se rasgó en dos partes, de alto abajo, y la tie­rra tembló, y se partieron las piedras, y los sepulcros se abrieron, y muchos cuerpos de los santos que habían muerto resucitaron.
Credo.


Ofertorio. Ps. 68, 21-22. La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco. Espero compasión y no la hay, consoladores, y no los encuentro. En mi comida me echaron hiel, en mi sed me dieron vinagre.

Offertorium: Ps. 68. 21-22.- Impropérium exspectávit cor meum, et misériam: et sustínui qui simul mecum contristarétur, et non fuit: consolántem me quæsívi, et non invéni: et dedérunt in escam meam fel, et in siti mea potavérunt me acéto.


Secreta. — Te pedimos, Dios todopoderoso, que estas ofrendas sean gratas a tus ojos, para que ellas nos alcancen la gracia de servirte con amor y nos traigan la eter­nidad dichosa.

Secreta.- Concéde, quæsumus, Dómine: ut óculos tuæ majestátis munus oblátum, et grátiam nobis devotiónis obtíneat, et efféctum beátæ perennitátis acquírat. Per Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sæcula sæculórum. Amen.


Prefacio de la Cruz o de la pasión.- Realmente es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, siempre y en todo lugar, Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque has puesto la salvación del género humano en el árbol de la cruz, para que de donde tuvo origen la muerte, de allí surgiera la vida, y el que venció en un árbol, fuera en un árbol vencido; por Cristo nuestro Señor. Por El los Ángeles y los Arcángeles, y todos los coros celestiales celebran tu gloria unidos en común alegría. Permítenos asociarnos a sus voces cantando humildemente.

Vere dignum et iustum est, æquum et salutáre, nos tibi semper et ubíque grátias ágere: Dómine, sancte Pater, omnípotens ætérne Deus: Qui salútem humáni géneris in ligno Crucis constituísti: ut unde mors oriebátur, inde vita resúrgeret: in quo ligno vincébat, in ligno quoque vincerétur: per Christum Dóminum nostrum. Per quem majestátem tuam laudant Angeli, adórant Dominatiónes, tremunt Potestátes. Cæli cælorúmque Virtútes, ac beáta Séraphim, sócia exsultatióne concélebrant. Cum quibus et nostras voces, ut admítti júbeas deprecámur, súpplici confessióne dicéntes:


Comunión. Mt. 26, 42. Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad.

Communio: Matth. 26. 42.- Pater, si non potest hic calix transíre nisi bibam illum, fiat volúntas tua.


Poscomunión. — Por la eficacia de este misterio se nos perdonen, Señor, nuestros pecados, y veamos cumplidos nuestros san­tos deseos.

Postcommunio.- Per hujus, Dómine, operatiónem mystérii, et vítia nostra purgéntur, et justa desidéria compleántur. Per Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sæcula sæculórum. Amen.

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